Descubriendo el Castillo-Fortaleza y Museo del Mar de Santa Pola

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Hoy nos adentramos en el Castillo-Fortaleza de Santa Pola, un imponente edificio renacentista que corona la Plaza Glorieta junto al mar.  

Imagínate caminando bajo su torreón con el sol de la mañana iluminando la piedra, mientras el olor a salitre y la brisa marina juegan con las banderas.  

Desde aquí vemos las barcas llegando al puerto y escuchamos el graznido de las gaviotas. La atmósfera es la de un pueblo marinero que vive al compás del Mediterráneo. 

Historia del Castillo-Fortaleza: lo que tienes que saber antes de tu paseo 

La fortaleza militar, o Castillo Fortaleza Santa Pola, fue mandada construir por el virrey de Valencia, don Bernardino de Cárdenas, cuando en el siglo XVI los ataques de piratas berberiscos amenazaban la costa.  

Construida sobre una vieja torre de vigía entre 1553 y 1557, se alza en planta cuadrada con dos baluartes y dos torreones en sus esquinas. En su interior vivían familias de soldados: 24 pabellones albergaban a la tropa, que también disponía de almacenes, dos cañones, un aljibe, hornos de pan y hasta una ermita con sacerdote propio. 

Un dato asombroso: en 1609, tras decretarse la expulsión de los moriscos, el patio del castillo llegó a alojar durante meses a centenares de moriscos de Elche, Crevillente y Aspe, antes de ser embarcados hacia África.  

Justo enfrente, en la bahía, se ve la isla de Tabarca: antaño era refugio de piratas y corsarios que esperaban el momento perfecto para atacar. Por eso los centinelas del castillo debían permanecer alerta día y noche. 

En 1877, el rey Alfonso XII visitó Santa Pola y en el propio castillo concedió a los vecinos el título de “Villa”, sellando la independencia de la localidad.  

Con los siglos, el Castillo tuvo varias vidas: fue Ayuntamiento provisional después de la independencia, hospital durante epidemias, Cuartel de la Guardia Civil e incluso plaza de toros ocasional.  

En cada etapa cambió detalles (por ejemplo, hacia 1860 se abrió un nuevo acceso por el oeste, haciendo el castillo zona de paso), pero jamás perdió su esencia. 

El exterior del Castillo-Fortaleza Santa Pola al atardecer, con sus muros inclinados de sillería y la torre del reloj, nos invita a acercarnos con curiosidad.  

Mientras avanzamos hacia la entrada principal (en “L”, un diseño clásico defensivo según Vitruvio, la vista de las almenas y la robusta portada es imponente.  

Al cruzar el umbral, el silencio del gran patio interior sólo se interrumpe por el eco lejano del mar y algún chillido de gaviota. La piedra del suelo aún conserva un tenue vaho de salitre antiguo, y por las grietas del techo entra la luz matinal como pinceladas de oro.  

En el centro del patio una reja de hierro y piedra señala el lugar de un antiguo pozo; hoy se exhibe el escudo heráldico de Santa Pola. 

Dentro, cada rincón se siente vivo. A un lado está la Capilla de la Virgen de Loreto, con su altar barroco sencillo y bancos de madera gastada. Al frente se abren puertas que conducen a salas de exposiciones culturales.  

La madera de las puertas chirría levemente al abrirse; la piedra de las paredes irradia un calor seco que recuerda el abrazo del mediodía, y a veces se percibe un suave olor a humedad marina mezclada con incienso antiguo.  

Subimos por la escalera de piedra: desde arriba el horizonte se abre al este sobre el mar brillante, y al oeste a la ciudad que creció al abrigo de la fortaleza.  

Nos invade una sensación de travesía en el tiempo: el sonido tenue de las olas, el olor salobre del aire y la luz dorada filtrándose nos hacen sentir protagonistas de otra época. 

El Museo del Mar: un viaje por las salas 

En el corazón del Castillo – Fortaleza Santa Pola funciona el Museo del Mar Santa Pola, cuyo objetivo es narrar la historia de esta villa marinera.  

Su sede está en el propio castillo, y presenta una exposición monográfica centrada en la historia de Santa Pola.  

Entramos en la sala de la Prehistoria, centrada en la Cueva de las Arañas (III milenio a.C.), recreada con figuras de cazadores y pescadores usando sus herramientas primitivas.  

A continuación, en la sala de los Íberos, se evoca un poblado y su puerto costero: se exhiben cerámicas pintadas, ánforas y abalorios encontrados aquí, que reflejan el comercio marítimo con Grecia y la vida diaria de los habitantes de entonces. 

La maqueta de la Cueva de las Arañas nos transporta miles de años atrás, al austero hogar de los primeros pobladores de Santa Pola, reforzando ese hilo ininterrumpido que nos une al Mediterráneo. 

Más adelante llegamos al área del Portus Ilicitanus (puerto romano). Aquí destacan los mosaicos recuperados de la Casa Romana del Palmeral y los restos de factorías de salazón; vitrinas muestran vidrio, cerámica, lámparas y monedas romanas que certifican la intensa actividad comercial de aquel puerto.  

Una maqueta del barrio portuario romano nos ayuda a imaginar esas calles de hace siglos. Cada artefacto rescatado confirma que ya entonces las barcas venían a comerciar en estas aguas. 

Tras salir de la sección romana, caminamos hacia la sala de Fortificaciones y Tradiciones Navales.  

Maquetas de torres vigía y paneles ilustrativos nos recuerdan cómo las defensas se alzaban frente al mar, y vitrinas contienen material recuperado en la restauración del castillo (fragmentos de cañones, anclas antiguas y utensilios de carpintería naval).  

Se siente casi mágico pensar que pisamos los mismos muros donde una vez estuvieron esas reliquias. 

Por último, llegamos a las salas de Pesca y Salinas. En la sección de Artes del Mar, redes, anzuelos y maquetas de barcos marcan la pasión por la pesca tradicional.  

Acompañados de vestimentas de marineros y pasos de nudos, comprendemos la destreza de sus artesanos.  

Después, en la sala de las Salinas de Santa Pola, paneles didácticos nos enseñan cómo el sol y el viento transforman el agua en sal; antiguas calderas y herramientas de salineros conectan la historia de la sal con la vida del pueblo.  

El olor del mar se mezcla aquí con la brisa salobre de los estanques, completando la experiencia sensorial. 

Actividades, eventos y consejos prácticos 

Antes de partir, aquí van algunos consejos desde Casita del Puerto:  

el Patio de Armas está accesible a cualquier hora, ya que el castillo – Fortaleza Santa Pola cuenta con dos puertas (este y oeste) abiertas todo el día.  

Esto significa que incluso si el Museo del Mar está cerrado, puedes pasear libremente por este gran atrio al aire libre y absorber su atmósfera histórica.  

El propio Museo abre de martes a sábado de 10:00 a 13:00 y de 16:00 a 19:00, y los domingos por la mañana; cuesta 3 € la entrada general, pero actualmente es gratuito (los niños hasta 3 años entran gratis siempre). 

Para las familias es un plan redondo: los niños pueden corretear en el amplio patio, asombrarse con las maquetas del museo y, como broche final, subir al Esteban González, un auténtico arrastrero histórico atracado junto al puerto que abre sus cubiertas en visitas guiadas gratuitas.  

Hasta se ofrece un audiovisual infantil para que aprendan jugando. En la pared del castillo descubrirán un antiguo reloj de sol: pídeles que adivinen la hora según la sombra; ¡nunca faltan risas con ese juego! 

Consulta la programación local: a principios de primavera el Castillo acoge un animado Mercado Medieval. Por ejemplo, en 2025 se celebró del Jueves Santo al Lunes de Pascua, con artesanos, juglares y talleres de ambientación renacentista.  

En diciembre la fortaleza suele transformarse en la Casa de Papá Noel para los más pequeños.  

Y en verano, a veces se organizan conciertos al aire libre o recreaciones históricas en el patio —no estaría de más averiguar qué eventos culturales hay al planificar la visita 

Recomendaciones generales al visitar el Castillo – Fortaleza Santa Pola 

Lo mejor es llegar por la mañana, cuando las murallas del castillo aún están a la sombra y el lugar está más tranquilo, sin las multitudes del mediodía.  

Así podrás dedicarle entre 1 y 2 horas a recorrerlo con calma, sin prisas. Además, las primeras horas del día ofrecen una luz suave, perfecta para fotografías sin que el sol sea tan fuerte. 

En verano, no olvides llevar sombrero, gafas de sol y agua. Aunque la brisa marina ayuda, el calor del mediodía puede ser intenso, especialmente en el patio de armas, donde las piedras reflejan el sol. 

Después de tu visita, no te vayas sin probar un sabor local. A tan solo unos minutos a pie del castillo, La Sidrería es un lugar perfecto para disfrutar de una comida casera típica.  

En este restaurante, famoso por su cocina tradicional, puedes degustar platos como las sardinas a la plancha, muy típicas en la zona, acompañadas de un buen vino local. Si te apetece algo más fresco, no dudes en probar el pescado del día o las tapas, ideales para compartir después de la caminata.  

Su ambiente acogedor y su terraza con vistas al mar hacen de este lugar una opción estupenda para relajarte tras el recorrido. 

Si prefieres un toque más dulce para cerrar la mañana, dirígete a la heladería artesanal cercana. Durante la hora dorada, un buen helado mientras miras al mar es una de esas pequeñas grandes experiencias que te regala Santa Pola. 

Más allá de las murallas: el final perfecto para tu día 

La historia de Santa Pola no termina dentro del castillo. Si te apetece seguir explorando, te recomendamos dar un paseo por las Salinas de Santa Pola, especialmente al atardecer.  

Las rutas que rodean las salinas son perfectas para disfrutar de un entorno natural único, mientras el sol se pone y pinta el cielo de colores cálidos. Y si quieres cerrar el día con broche de oro, nada como sentarte en una terraza frente al mar y disfrutar de unas cañas con vistas al castillo iluminado. 

Un día en Santa Pola que no olvidarás 

Santa Pola no solo es un lugar para explorar su historia y patrimonio, sino un destino que te invita a vivirlo con todos los sentidos.  

Desde las piedras del Castillo-Fortaleza, que cuentan siglos de historias, hasta los sabores del mar que te esperan en cada rincón del puerto. Cada paso por el museo, cada rincón del castillo y cada tarde en las salinas te conectan con un Santa Pola auténtico y lleno de vida. 

Y si aún no has encontrado el apartamento perfecto para disfrutar de todo lo que esta maravillosa villa tiene para ofrecer, echa un vistazo a lo que tenemos para ti en Casita del Puerto. Te esperamos con los brazos abiertos para que vivas Santa Pola como un verdadero local.  

¡Tu aventura empieza aquí! 

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